Ayotzinapa: los 11 cascajos que nunca existieron


Policías matan a estudiantes en Guerrero, México y manipulan la zona para culparlos
|David Espino|

Nadie se tomó la molestia de limpiar la sangre de los dos estudiantes de la normal de Ayotzinapa que quedaron muertos sobre la Autopista del Sol. No hubo veladoras ni flores para quienes atendieron la convocatoria de bloquear la vía en demanda de solución a sus demandas educativas. Una vez que se reanudó el tráfico, tras dos horas de espera para que llegara el Servicio Médico Forense por Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, los autos y autobuses siguieron pasando con normalidad.
Pasaron por sobre la sangre, reseca por el sol de las 2:00 de la tarde y ennegrecida por la tierra de las llantas. Son dos manchas grandes. Una sobre el carril Acapulco-México y otra sobre el carril México-Acapulco. La de este lado se nota más porque está sobre las señalizaciones blancas de Tránsito. Es un borbotón de sangre que –de todos modos– no podría ser borrado como evidencia del lugar donde cayó muerto uno de los estudiantes. A pesar de la intención de los ministeriales de ocultar su responsabilidad y su búsqueda de incriminar a quienes ya no tendrán oportunidad de defenderse.
Tampoco se colocaron ésas señales de cal que los peritos en criminalística hacen con precisión de dibujantes para registrar el lugar exacto donde yacieron los cuerpos fulminados. En su lugar, cientos de cristales despedazados de las ventanas de los autobuses tronaron como migajas de pan bajo las suelas de los zapatos.

¿Eres del Cisen? –pregunta al reportero un Ministerial con gafas negras, pistola terciada en la cintura y asegurada en la pierna derecha, y sombrero de cazador.
No, reportero.
Desde el lugar en donde está él y otros peritos de la Procuraduría General de Justicia, un pequeño cerro aledaño al lugar donde cayeron muertos Jorge y Gabriel, se tiene una vista panorámica de la zona de los disturbios. No están aquí de manera fortuita, es el camino por donde unos 20 estudiantes salieron huyendo por temor a ser detenidos y es donde los Ministeriales tiraron casquillos de diferentes armas largas para simular que desde acá los estudiantes empezaron a agredirlos.
El reportero contó primero tres, luego siete y vio cuando un agente ministerial, perito al parecer, dejó caer otro y al final se contaron 11. Hizo fotos con su teléfono. Luego el Ministerial de sombrero de cazador cayó en la cuenta sobre qué hacía un reportero allí y se lo dijo.
¿De dónde vienes? –preguntó luego de acercarse, primero en tono amistoso.
¿Por qué. Eso qué tiene que ver?
Es que no puedes estar aquí –repuso.
Pero el área no está acordonada... –respondió el reportero.
Sí, pero no puedes, no puedes. Ya sabes que nosotros trabajamos chingón con ustedes –insistió más hosco, el policía.
En fin...

El bloqueo de los estudiantes inició antes de las 11:00 de la mañana. Es recurrente que estudiantes normalistas o profesores de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) bloqueen este tramo de la vía federal para obligar a las autoridades a sentarse a negociar o a firmar compromisos de cumplir con sus peticiones. Esta vez no. Esta vez, a un par de meses de que el gobernador Ángel Aguirre Rivero visitó la normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, y rió y comió con los chicos, y hasta con su estilo desenfadado los invitó a Casa Guerrero, asesinaron a dos de ellos.
Al principio todo fue confusión. Los normalistas estaban de ambos lados de la carretera, habían llegado en varios autobuses de la Estrella Blanca que tomaron a la brava y los estacionaron cerca del lugar. Los policías ministeriales y federales –después Genaro García Luna dijo que sus muchachos no intervinieron– llegaron casi de inmediato para desalojarlos. Hubo consignas de los estudiantes en contra de su presencia. Los policías se movieron en grupo hacia éstos, sus escudos en alto, sus armas apuntando.
Los estudiantes no retrocedieron. Al contrario, siguieron avanzando con consignas y algunos con palos, cubiertos de la cara con sus playeras. De acuerdo con versiones otros traían bombas molotov vacías que buscaban cargar en las gasolineras que están precisamente en este lugar. Cuando los policías se dieron cuenta que los estudiantes no retrocedían, que no estaban dispuestos a retirarse, empezaron a desalojarlo a empellones. Los estudiantes tiraron algunas molotov y los policías empezaron a disparar contra éstos. Cayeron muertos Jorge y Gabriel.
Todo se tornó un caos de gritos y más disparos al aire. Algunos reporteros se tiraron al suelo y otros se refugiaron en las vulcanizadoras que están cerca del lugar.
Uno de los estudiantes tiró una molotov a una bomba despachadora de gasolina pero el incendio fue controlado por bomberos de Protección Civil. Según un reportero, este chico fue herido en el estómago con arma de fuego y fue llevado a rastras por sus compañeros. Primero no se supo qué pasó con él. Se dijo que lo subieron al cerro donde había unos 20 más, pero en el camino no se encontró ninguna huella de sangre. “El estómago es una zona de donde se sangra mucho. Hubiera rastros”, explicó un paramédico de la Cruz Roja que subió con el grupo de cinco reporteros al lugar donde se informó que estaban. (En medio de la confusión, el Comité Contra la Tortura y la Impunidad informó que había muerto y dio su nombre: José David Espíritu; sin embargo, al siguiente día, la misma ONG negó lo dicho. José David, está herido de gravedad, aunque no se sabe a dónde lo tienen).
Lo cierto es que en medio del pánico, los estudiantes se refugiaron en varias casas aledañas y tras lo matorrales, en los cerros. Corrieron hasta donde pudieron porque no obstante que habían disparado en su contra, se dieron cuenta que se los estaban llevando. Así fue como se llevaron al reportero del semanario Trinchera, Erick Escobedo, a quien golpearon y lo dejaron libre hasta que, pese a que él siempre alegó que era reportero, se comprobó su condición de periodista.
Los policías se metieron a las casas a sacarlos. Se echaron varios viajes –dijo una testigo que trabaja en el área jurídica de la CETEG.
En el lugar del desalojo quedaron zapatos, huaraches y tenis, ninguno con su par. Playeras desgarradas, gorras y palos de escoba rotos. Las armas de los estudiantes que los ministeriales pretendieron convertir en Cuernos de Chivo.
Qué los estudiantes iban armados con AK-47 –dice Valentino Durán, miembro del comité municipal del PRD en Chilpancingo–. Así lo oí. Lo anda diciendo la gente.
Andaban en huaraches –se le dice.
Sí. De dónde pueden agarrar estos muchachos 50 o 100 mil pesos para comprar una arma de esas –reflexiona.

El último normalista que quedó en el lugar es escoltado por Javier Monroy, de la ONG Taller de Desarrllo Comunitario, Nicolás Chávez Adame, uno de los dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero y otros miembros del magisterio disidente de Guerrero. Trae sólo un huarache, el otro lo perdió en su carrera cerro arriba para salvarse de un tiro o de ser detenido. De la cara cubierta con un paliacate y el gorro de su chamarra deportiva asoman su piel morena y sus ojos negros. Ceja poblada oscura. En un chico flaco. Asustado. No hubiera imaginado que una protesta terminaría de este modo. Lo dice.
Ellos (los policías) empezaron a disparar en contra de nosotros y no hicimos más que correr hacia donde el instinto nos indicó que sobreviviríamos.
¿Y luego?...
Uno de los compañeros tiró una molotov, pero no supe qué pasó después. No supe qué pasó con él. Cuando empezaron a gritar que habían herido a dos corrimos. Sólo corrimos.
Nicolás Chávez está a su lado y él le platica quedito. Lo rodea mucha gente. El procurador de Justicia, Alberto López Rosas y su guardia personal –como 20, además de dos camionetas repletas de agentes– llegó para ver cómo trabajan sus muchachos. Rodeado de reporteros dijo que no podía dar una opinión porque no tenía información precisa, que daría su posición en una conferencia de prensa en la tarde. (En efecto la dio. Dijo que se está investigando lo sucedido, porque a un muchacho –no dijo si de la normal– se le decomisó un arma AK-47. Que sus agentes llegaron al lugar desarmados, porque la acción estuvo a cargo de la Policía Federal Preventiva. Y no responsabilizó a nadie de la muerte de los dos estudiantes, aunque hay 24 de éstos detenidos. Dijo en fin, que “en los hechos participaron agentes ajenos a los estudiantes y al gobierno, y esto es materia de la investigación que estamos haciendo”).
Tuvieron que subir un par de periodistas y dos integrantes de la CETEG para disuadir al normalista a que bajara, que no sería detenido. Lo primero que llama la atención es su pie descalzo y el otro con un huarache, polvoso. Su color y su vestimenta. Sus ojos negros y su mirada de espanto. Desconfía en un primer momento cuando se le dice que suba a la ambulancia. Pero cuando ve que uno de los fotógrafos sube, se anima. Abajo está también el ombudsman Juan Alarcón Hernández, diminuto, y más ministeriales que, ya que pasó todo, ya que se retiró el procurador y el estudiante es conducido por los dirigentes sociales, se le quedan mirando con recelo.

Antes de que subiéramos al lugar. Antes de que llegará el procurador para que nos dejaran pasar a la parte baja del cerro donde los agentes de la Procuraduría sembraron casquillos, el agente del sombrero de cazador defendió impetuoso la zona.
Tanto escándalo por un casquillito –decía.
Por eso, déjennos pasar –le respondieron en coro los reporteros.
Qué tanto escándalo. Es un casquillo –insistía.
Mientras tanto, una camioneta de la Ministerial se colocaba exactamente en el lugar donde debía haber unos 11 cascajos, según lo vio este reportero en un primer momento. Pero no. Ya no. Atrás de la camioneta un perito colocaba sólo una señalización de que allí había sido disparado un arma y el cascajo, único, estaba a la vista.
Es un casquillito –siguió diciendo para convencer a los reporteros que nada había qué hacer allí.
Por fin –le preguntó el reportero al perito que colocó la señalización. Traía algunos cartones amarillos con números grandes en la mano–, cuántos de ésos pusieron.
No sé. No sé él –dijo y señaló al agente con el sombrero de cazador. Y se eximió del asunto.

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